A veces solo necesitamos huir de nosotros (1/2).

Después de marcharse –casi- en silencio, abandonando todos los corazones que querían  pararse en su estación, se dio cuenta de que había acabado con su vida. Una mañana gris, justo el día en el que el mar había vuelto a  tocar su puerta, trayendo consigo todos  aquellos dolorosos recuerdos, que le atravesaron de costilla a costilla, coincidiendo a su vez con la caída de la máscara de ella, su pequeña rubia de mofletes rosados, había decidió irse. No sabía a dónde ni había pensado qué es lo que le deparaba aquel bosque, lleno de ruido, de insectos, de aquella esperanza que con el paso del tiempo había dejado de conocer.

-Me voy- dijo en apenas un susurro. Ella boquiabierta, solo supo responder con un pestañeo- Me voy- repitió, arrastrando las sílabas, como si se le fuese la vida en ello.

Su pequeña con sus rizos dorados, recogidos en un perfecto moño, río, una risa triste, vacía, llena de aquel miedo que había creído superar, pero él la tradujo como una invitación a irse, un ‘vete’ suave, casi como si no le doliese a ella su temprana marcha.

-¿Por qué?- le preguntó su pequeña, al ver que él no tenía intención de decir nada más. Lo observo, mientras giraba el pomo con sumo cuidado, despidiéndose mentalmente de todo lo que le había acompañado hasta aquel día, incluso de ella, se imaginó el beso de despedida que nunca llegaba, ni llegó.

Tomo aire antes de responder, a la vez que sus ojos oscuros observaba con curiosidad el amplio paisaje verde que se abría ante él. Ese bosque del que apenas recordaba su existencia, aquel cielo azul intenso como las pupilas de su pequeña, el piar del mirlo, su animal favorito. Y por un momento, pensó que sería feliz.

-Quiero alejarme de todos los monstruos de aquí, de allí, de todos los que pisan esta casa- respondió secamente, sin mirarla a la cara, no se atrevía, le daba pánico hacerlo y darse cuenta de la decisión errónea que estaba tomando.

-¿De mí también?- Su pequeña sentía como una débil lagrima, se deslizaba por su mejilla rosada. Él respiro hondo.

-Sobre todo de ti- Contestó, y cruzo el umbral, alejándose de todos los recuerdos, de las tardes de Otoño debajo del ciprés, escribiendo cartas a su pequeña, la que ahora se hundía sola, viendo como aquel chico de ojos oscuros, se le escapaba, gracias al cual había vuelto a apostar su corazón por ese sentimiento, que durante años había odiado.


Él no tuvo intención de dar la vuelta, de abrazarla y decirle por última vez que la quería, no, no podía hacerlo. Era cierto que su corazón había empezado a resquebrajarse, cuando la oyó sollozar tras de sí, pero se había prometido abandonar aquella casa, la vida que había llevado en esas cuatro paredes, y alejarse de todos los monstruos que le torturaban de día y de noche. 

3 comentarios:

  1. Hola :) Bueno lo que yo senti y me atrajo a la mente es el dejar a tras la casa hogar e ir por tus sueños y olvidarse de lo mal que ha pasado superar esa etapa, me gusto escribes genial besos

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  2. Cada día me sorprende más lo bien que escribes T_T
    Me entran ganas de retirarme de esto y volverme tu fan (aunque ya lo soy) jajaja
    Enserio, no pares de escribir y sigue así.

    Muchos besos :)

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