De Ellen para alguien.

by Kim Zier

El frío de invierno empezaba a colarse por el resquicio de la puerta,  avisando que pronto llegarían las ansiadas navidades. Ellen, seguía anonadada mirando como el fuego danzaba, quemando poco a poco la madera que tenía bajo su merced. Suspiro, ya “Ya es hora de empezar a escribir la carta de todos los años” Pensó, acomodándose en el sofá, y alcanzando con la mano, un pequeño cuaderno y un bolígrafo,  que se encontraba en la mesilla de al lado.


Las manos le empezaron a temblar, este año era muy distinto a los anteriores. Esta vez le tocaba escribirla sola, sin la supervisión de su madre. Empezó a recordar los pequeños consejos que le daba, el modo en que tenía que redactar, y las palabras adecuadas en el momento preciso. Se mordió el labio inferior, esta vez la carta no iría para ningún familiar, para nadie que la hubiese recibido anteriormente, Así que, sin pensar a quien le escribía, empezó a dejar que sus dedos fuesen los gobernantes del bolígrafo que sostenía.

Querido lector de estas próximas líneas:

Le escribo esta carta mientras veo como el poder del fuego supera a la madera, como el frio consigue que mi cuerpo tiemble, y mis dedos sean los dueños de este bolígrafo, que contiene tinta para plasmar miles de versos en espaldas ajenas. Se preguntara por que le cuento esto, y más aún, le escribo, pues veras, no hay un motivo especial, tal vez sea una tradición, algo que no puedo dejar de hacer, por muchas navidades que pase. Es una carta destinada a declarar mis pensamientos, mis incertidumbres, o cualquier tontería que ahora mismo se me pueda pasar por la cabeza. Estoy al cien por cien segura, que esto no le importara, pero espero que cuando lo lea, le haga recapacitar o estar de pre-aviso, por si se encuentra en una situación similar.

Antes de todo, le confesaré que tengo el corazón roto, con más carreras que cualquier media, y con más ruinas que la propia Roma. Pensara usted, que exagero, pero se equivoca. No sé si sabrá lo que es el vacío total, ese silencio que te desarma el alma, y deja que tu cuerpo se pasee literalmente como un muerto en vida y ojala no lo sepa nunca.  E l principal motivo de esto,  es haber apostado mi corazón por el as de su sonrisa, y mira como ha acabado, y el segundo es, haber sufrido la desaparición de una de mis principales musas, de unas de las que hacían que mi piel vibrase sin ser tocada por sus frágiles dedos, mi pequeño ángel de la guardia, mi vida. Pensara que es una locura, pero es cierto. Aposte por una sonrisa, perdí, y luego la deje reparando en una de las alas de mi pequeño ángel, y desapareció con el. Y son en estas fechas, cuando la Navidad inunda totalmente las calles, cuando más lo echo en falta. 

Son en estos días en los que la felicidad inunda –casi- todas las familias, cuando necesito oírlo palpitar aceleradamente bajo mí tórax. Cuando añoro, que me falte la respiración al encontrarme a pocos centímetros de sus labios, o simplemente envolverme entre las sabanas, y  rozar su mano, sintiendo que ningún monstruo podrá conmigo esa noche. Ojala, de verdad, que a usted, nunca le falte nada de eso, ni siquiera que le eche de menos. Quiero decirle, que lo cuide bien, si hace falta póngale una coraza de vez en cuando, dale mimos, y nunca le dejes solo, sepa usted de antemano, que en la oscuridad están los monstruos deseosos de robárselo.

Ah, antes de todo, procure que el silencio no se apodere de su particular mundo, y si en algún momento ve que lo está haciendo, no huya, quédese, y enfréntese a el. Y si lo hace, siento decirle que el caos vendrá tras de sí, pero nunca desista, el poder de la pluma es más fuerte que el de sus temores, escríbelos, quémelos, y deja que poco a poco se estrangulen con sus propias armas.
Dicho todo lo que hoy, este año, me apetecía decir, que tenga usted un buen final y comienzo de año. Espero que no pierda a su ángel de guardia, y por favor, nunca dejes que sus alas se rompan, que sus  lágrimas reinen sus mejillas, y menos aún, que su brújula se le rompa, porque en ese caso, estoy en la certeza, que lo perderá para siempre.


¡Felices fiestas, y que no le abandone su fortaleza!

Ellen arranco con sumo cuidado la hoja, y la doblo en dos, introduciéndola en un sobre. Con cuidado se levantó, dirigiéndose a una de las ventanas, para después abrirla, sintiendo como el viento enfriaba su mejilla, y abrió la mano donde tenía la carta, dejando que esta fuese arrastrada por el viento. 

- Espero que le seas útil a alguien- susurro para sí misma, mientras volvía a acomodarse en el sofá.

1 comentario:

  1. Acabo de encontrar este relato tuyo compartido en Twitter y me ha gustado. Leyendo las líneas y lo que hay entre ellas hay mensajes que nos pueden hacer pensar bastante. ¡Me suscribo!

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