Después
de marcharse –casi- en silencio, abandonando todos los corazones que
querían pararse en su estación, se dio
cuenta de que había acabado con su vida. Una mañana gris, justo el día en el
que el mar había vuelto a tocar su
puerta, trayendo consigo todos aquellos
dolorosos recuerdos, que le atravesaron de costilla a costilla, coincidiendo a
su vez con la caída de la máscara de ella, su pequeña rubia de mofletes
rosados, había decidió irse. No sabía a dónde ni había pensado qué es lo que le
deparaba aquel bosque, lleno de ruido, de insectos, de aquella esperanza que
con el paso del tiempo había dejado de conocer.
-Me
voy- dijo en apenas un susurro. Ella boquiabierta, solo supo responder con un
pestañeo- Me voy- repitió, arrastrando las sílabas, como si se le fuese la vida
en ello.
Su
pequeña con sus rizos dorados, recogidos en un perfecto moño, río, una risa
triste, vacía, llena de aquel miedo que había creído superar, pero él la
tradujo como una invitación a irse, un ‘vete’ suave, casi como si no le doliese
a ella su temprana marcha.
-¿Por
qué?- le preguntó su pequeña, al ver que él no tenía intención de decir nada
más. Lo observo, mientras giraba el pomo con sumo cuidado, despidiéndose
mentalmente de todo lo que le había acompañado hasta aquel día, incluso de
ella, se imaginó el beso de despedida que nunca llegaba, ni llegó.
Tomo
aire antes de responder, a la vez que sus ojos oscuros observaba con curiosidad
el amplio paisaje verde que se abría ante él. Ese bosque del que apenas
recordaba su existencia, aquel cielo azul intenso como las pupilas de su
pequeña, el piar del mirlo, su animal favorito. Y por un momento, pensó que
sería feliz.
-Quiero
alejarme de todos los monstruos de aquí, de allí, de todos los que pisan esta
casa- respondió secamente, sin mirarla a la cara, no se atrevía, le daba pánico
hacerlo y darse cuenta de la decisión errónea que estaba tomando.
-¿De
mí también?- Su pequeña sentía como una débil lagrima, se deslizaba por su
mejilla rosada. Él respiro hondo.
-Sobre
todo de ti- Contestó, y cruzo el umbral, alejándose de todos los recuerdos, de
las tardes de Otoño debajo del ciprés, escribiendo cartas a su pequeña, la que
ahora se hundía sola, viendo como aquel chico de ojos oscuros, se le escapaba,
gracias al cual había vuelto a apostar su corazón por ese sentimiento, que
durante años había odiado.
Él
no tuvo intención de dar la vuelta, de abrazarla y decirle por última vez que
la quería, no, no podía hacerlo. Era cierto que su corazón había empezado a
resquebrajarse, cuando la oyó sollozar tras de sí, pero se había prometido
abandonar aquella casa, la vida que había llevado en esas cuatro paredes, y
alejarse de todos los monstruos que le torturaban de día y de noche.
Hola :) Bueno lo que yo senti y me atrajo a la mente es el dejar a tras la casa hogar e ir por tus sueños y olvidarse de lo mal que ha pasado superar esa etapa, me gusto escribes genial besos
ResponderEliminarGracias y un beso grande :)
ResponderEliminarCada día me sorprende más lo bien que escribes T_T
ResponderEliminarMe entran ganas de retirarme de esto y volverme tu fan (aunque ya lo soy) jajaja
Enserio, no pares de escribir y sigue así.
Muchos besos :)