Nunca tuvo claro lo que quería ser. (1/3)

Empezó siendo astronauta, aterrizando en planetas que nadie había conquistado,  plantando rosas sin espinas en aquellos recovecos donde la luz no llegaba. Construyendo puentes entre estrellas sin nombre y destruyendo aquellos castillos que escondían demonios en lo alto de las montañas, las cuales conseguían rozar el cielo.  Donde había silencio, encendía la radio; en un intento de hacerle ver al sol que era bien recibido en aquel planeta al que denominó “Serendipia”.

CampingNunca se dio por vencida en Serendipia, nunca dejó que la oscuridad ganase a la poca luz que habitaba en él. Intento convertir el desastre en su hogar, convertir las grietas en sonrisas y desinfectar  aquellas alcantarillas que destilaban el olor del permanente funeral que vivía Serendipia; dibujó nuevos caminos para conseguir llegar a Roma, sin tener que pasar por las cenizas de una ciudad olvidada por los tiempos. Invento historias de aquel lugar para que  todos supiesen de su existencia; halló más planetas dentro de su pequeño planeta, y los quiso a todos, conquisto a cada uno de ellos y por un tiempo, logró endulzar a Serendipia, convertirla en el deseo imposible de otros astronautas y sobretodo, despertar de su eterno sueño el corazón de aquel planeta.

Dio por finalizado su viaje cuando otro astronauta más vivaz que ella, con más ganas de comerse a los monstruos, aterrizó en Serendipia. Ella dejó sueños pendientes colgados en las comisuras del planeta y emprendió un nuevo viaje sin un destino definido. Dejó de ser astronauta, dejó que el tiempo le hiciese cosquillas en las plantas de los pies, que el mar le llevase a donde quisiese… hasta que encontró un nuevo continente.

Abrió la boca, sorprendida por  el paraíso que se encontraba ante sus ojos, inhalo cada olor, acarició cada roca que el mar había abandonado a la orilla de  aquella playa silenciosa. Nunca supo su nombre, si era el único continente en ese gran océano u había más cerca, pero tampoco se intereso por eso. Colgó su sonrisa en las palmeras más cerca, baño sus sueños perdidos en los ríos donde el agua era transparente, jugó a ser trapecista en el bosque de aquel continente que la abrazó tan fuerte que pensó que una de sus costillas se convertirían en cenizas.  Exploró  sus cuevas, haciendo que algunas de sus cicatrices volviesen a gritar de dolor o de pánico,  por notar como unos dedos desconocidos intentaban encontrarse dentro de ellas.

Has the world gone mad, or is it me?No había tormenta,  no existía la lluvia. El Sol era el único  que velaba por ese continente. Un pinchazo. Dos pinchazos y enseguida empezó a echar de menos a su planeta, aquel al que cuidó más que a si misma, aquel en el que encontró algo al que llamar “hogar”. Se había convertido en una intrépida exploradora por aquellos lares, había conseguido traducir su pena y borrar las manchas de una antigua visitante que intento asesinar lo poco que quedaba en pie en aquel continente; pero eso no fue suficiente para que el deseo de volver a ser astronauta no resurgiese.

Decidió hacer su equipaje, colgarse el cartel de fuera de servicio y volver a viajar sin destino, con un sabor salado en sus labios y tres pinchazos en su corazón. Dejó aquel continente al que nombró “Etéreo” y sin mirar atrás, sin dejar que los momentos vividos en esas tierras la hiciese volver, se alejó.

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